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domingo, 16 de febrero de 2014

¿Qué es la verdad?

Que pregunta tan simple y tan controversial. Es un tema recurrente en conversaciones con amigos, conversaciones que uno tiene con alguien que estima mucho. La última la tuve hace pocos días con un amigo al cual quiero mucho.

Estábamos disfrutando de una tarde de verano en Santiago, sentados en la terraza de un restaunate tomándonos una cerveza (me encanta que en esta ciudad haya cerveza sin alcohol, así puedo disfrutar del sabor rico y fresco de la cerveza sin tener que sufrir las consecuencias del alcohol).

Inevitablemente nos pusimos a filosofar sobre la vida, los desafíos, las pasiones, los sueños, los anhelos y los propósitos de esta vida. Mi amigo logró resumir para lo que él son las preguntas más fundamentales que él se hace:

  • ¿de dónde venimos?
  • ¿para qué estamos aquí en la tierra?
  • ¿cuál es el origen de todo?
  • ¿a dónde vamos?
  • ¿cuál es el propósito de vivir?
Recuerdo que escribimos las preguntas en una servilleta y luego él me dijo que hace años que está estudiando, investigando y leyendo sobre esos temas, van más de 6 años y él confiesa que aún no tiene clara ninguna de esas preguntas resueltas, que sus ideas se han ido formando en aproximaciones que van y vienen según lo que lee.

Le pregunté si conocía a alguien que había encontrado la respuesta a esas verdades, me confesó que no, que al menos en su grupo de estudio no conoce a nadie. Con un dejo de resignación me dijo que él es un buscador y libre pensador, no cree que algún día vaya a tener la respuesta a semejantes preguntas.

Hacia el final de nuestra conversación yo le confesé que yo tenía la dicha de conocer la respuesta a esas preguntas, con claridad absoluta y convencimiento absoluto. Me quedó mirando sorprendido, sinceramente creo que él no cree que yo estoy convencido. Pero al menos me dijo que le gustaría saber cuales según mi perspectiva son esas respuestas.

Sobre ese tema escribiré la próxima vez, tan solo voy a dejarles un anticipo:

Cuando Pilatos estaba frente a Jesús y tenía que decidir entre liberarlo o nó (ya todos conocen lo que pasó), hay un diálogo fundamental entre ambos:

(Juan 18:33-38)


Entonces Pilato volvió a entrar en su residencia y pidió que le trajeran a Jesús.
—¿Eres tú el rey de los judíos? —le preguntó.
Jesús contestó:
—¿Lo preguntas por tu propia cuenta o porque otros te hablaron de mí?
—¿Acaso yo soy judío? —replicó Pilato—. Tu propio pueblo y sus principales sacerdotes te trajeron a mí para que yo te juzgue. ¿Por qué? ¿Qué has hecho?
Jesús contestó:
—Mi reino no es un reino terrenal. Si lo fuera, mis seguidores lucharían para impedir que yo sea entregado a los líderes judíos; pero mi reino no es de este mundo.
Pilato le dijo:
—¿Entonces eres un rey?
—Tú dices que soy un rey —contestó Jesús—. En realidad, yo nací y vine al mundo para dar testimonio de la verdad. Todos los que aman la verdad reconocen que lo que digo es cierto.
—¿Qué es la verdad? —preguntó Pilato.

Que tremendo diálogo, que oportunidad maravillosa de Pilatos de estar frente a frente a quien era, es y será la verdad misma, y se la perdió... pero eso es otro tema, volviendo al tema central de este artículo, esta es la clave para responder esas preguntas. Pero eso lo haré en mi próximo texto.